Las
personas perecieran que nos desarrolláramos en una sociedad emocionalmente
enferma. Existen emociones que al transformarse en estados parasitarios socavan
la energía y frenesí de las personas. Estos pensamientos gorrones zanjan, lesionan
y hacen desnaturalizada la vida de quienes lo sobrellevan. Las emociones
enfermizas terminan perjudicando la salud física, corporal y social de la
persona que los sufre.
Las
emociones parasitarias de odio, frustración, apatía, envidia, timidez, pánico,
preocupación o venganza no sólo son crónicas en sí mismas, además, inducen
un estado de enfermedad mental que finaliza perturbando inclusive la salud
corporal.
Las emociones destructivas provocan incomodidad
no únicamente en la persona que las sufre sino que se propagan como en frecuencias
continuas en el medio de los seres con los que se coexiste. Las emociones son
contagiosas: si uno se ríe todos ponen cara de sorpresa y de alegría, finalizando
al compartir la sensación de felicidad. Paradójicamente, si las personas en nuestro entorno se sienten tristes y acongojadas
esa sensación de abatimiento, de desinterés y de nostalgia desconsoladora penetra
el ambiente físico y emocional de quienes están cerca.
Las emociones
negativas y nocivas de odio, de culpa, de envidia, de insatisfacción
permanente, de agitación, de desesperanza, de desconfianza necesitan un
tratamiento quirúrgico de intervención radical cuando se han excedido bien por
su intensidad o bien porque perduran
durante mucho tiempo afectando el estado de ánimo y la personalidad
global del sujeto. Si una persona vive durante años triste bajo el influjo del
dolor, la preocupación, el desengaño, acaba siendo una personalidad melancólica
e impotente. Las emociones negativas o
positivas suelen ser estáticas es decir están actuando permanentemente sobre el
sujeto y sobre su ambiente como si de un campo magnético con electrones
negativos y con fuerte carga destructiva se tratara.
¿Se puede evitar el estado emocional enfermizo, destructivo, negativo y
doloroso? Las emociones negativas están actuando de modo
permanente y acaban corroyendo y destruyendo el buen carácter de las personas y
de los seres que conviven con ellas. Son como un cáncer que lo va invadiendo
todo.
Una
sociedad en la que abundan en porcentajes elevados las personas tristes,
insatisfechas con su trabajo, a disgusto en su dinámica relacional con las
personas con las que conviven o con las que trabajan, acaba siendo una sociedad
enferma, caracterizada por un clima
sociocultural exacerbado por la irritabilidad, la bronca, la pelea, la
agresividad y el desasosiego. En este caso se precisaría una terapia socio-política a gran escala a través de los medios de comunicación, mediante la
acción generalizada sobre el mayor número posible de personas en las
organizaciones laborales, en los partidos políticos, en los centros educativos,
en los espacios del ocio. La sociedad deprimida tras una catástrofe natural,
una guerra requiere un tratamiento de choque y restablecimiento del equilibrio
y bienestar emocional.
Son
variados los caminos que podemos seguir en la dinámica de la intervención para
erradicar la emocionalidad negativa, parasitaria, destructiva y enfermiza. Por
ello, lo preciso sería realizar un diagnóstico individualizado y colectivo
En
primer lugar se precisa de un diagnóstico individualizado y colectivo, una toma
de conciencia de cómo los están afectando los estados emocionales de ira o de
venganza, de tristeza o dolor, de culpa o inhibición.
Se obliga,
además, tomar conciencia también de las
causas que explican nuestro estado de ánimo de tristeza o de angustia, para
intentar erradicar los problemas y los factores o circunstancias que generan
esa situación anímica. Se trata de ofrecer una dinámica resolución creativa de
problemas buscando alternativas eficaces a ese estado emocional de tristeza,
por ejemplo escuchando una comedia, asistiendo a espectáculo teatral divertido,
viendo o practicando actividades que nos producen placer y alegría como puede
ser el baile, la canción, o escuchar a un
humorista.
En
la dinámica de superación de los estados emocionales negativos o destructivos
podemos seguir algunas de estas recomendaciones.
Se ha de efectuar como una
acción purgativa o quirúrgica, que
consiste en vaciar o eliminar ese estado, modificando todo aquello que nos
produce desagrado, tristeza o ira. Se trata de aplicar el símil del sistema
excretor humano que va eliminando los detritus del sistema inmunológico linfático, los virus,
las bacterias, los residuos nocivos para el organismo a través de la vejiga, de
la orina o de la evacuación.
La
dinámica de la purga, reside en eliminar mediante actividades patéticas de
movimiento o agitación las sensaciones parasitarias que impiden e inducen un
estado emocional de molestia, resentimiento e insuficiencia. Se trata de
superar mediante una acción exagerada de carácter polémico y discordante
aquellos espíritus perversos, los virus insensatos que se zarandean en los sumideros
de nuestro yo emocional.
Muy
a menudo se precisa una intervención esencial en la que interceda un cirujano,
un psicólogo, un amigo o persona que nos
entienda, nos fortalezca y nos abra los ojos a la esperanza.
Por
lo regular es preciso curarse en salud, atendiéndose con cariño y prontitud
como cuando uno tiene una malestar corporal, proporcionándose los cuidados
precisos, comprando objetos que nos gustan, acompañándonos de las personas con las que nos sentimos a
gusto, porque nos comprenden, nos soportan, nos compadecen, nos animan y nos
ayudan a entender mejor la vida y a vivir con
tranquilidad y felicidad.
Sería
muy recomendable crear vacunas antidepresivos, antiodio, antiviolencia, antitristeza, anti abatimiento, antivenganza, antirabia, algo así como una vacuna preventiva. ¿Cómo podemos prevenirnos para que las emociones negativas no se
conviertan en un virus que acabe con nuestra salud emocional?
¿Cómo podríamos hacer para que
desaparezca el malestar emocional de la
envidia, del fracaso, de la inhibición, de los miedos, de los malos tratos, del
desamor, de los odios, y el equilibrio y
encuentro emocional agradable puedan
alcanzar a todas las personas que tenemos cerca
o están lejos?
Se
trata de una terapia emocional creativa, expresiva y liberadora extendida en la
familia, la escuela, los grupos de amigos y los programas de televisión. En
ella habrá de tenerse presente la
evitación, denuncia o rechazo de la tipología de emociones nocivas y dañinas
que emponzoñan las relaciones humanas en la familia, la escuela y la empresa,
dejando como resultado enfermos crónicos, de por vida, a seres alicortados,
maltrechos, bonsáis, que han nacido con una genética de seres
multidimensionales, talentudos y poderosos en su interior disminuido.
TIPOLOGÍA
DE EMOCIONALIDAD NEGATIVA TÓXICA.
LA EMOCIONALIDAD ACHACOSA DESVALORIZANTE ESCULPIDA.
Exploremos
algunos de los pensamientos emocionales que constituyen la base de una
emocionalidad negativa argumentada en frases y razones mentirosas, como por
ejemplo: Me das asco. Tú no vales nada.
Eres un inútil. A ver cuando aprendes.
Siempre te estás equivocando.... Se
trata de frases asesinas que hemos
escuchado durante mucho tiempo en la familia, en las aulas, en el grupo de
amigos que nos quieren pero que nos hacen
mal y nos dañan señalándonos permanentemente nuestros defectos sin
ayudarnos u ofrecernos vías de mejora y resolución.
A
menudo estas conductas emocionales negativas son el resultado del recuerdo
grabado a sangre y fuego en la memoria
afectiva desde la infancia por experimentar el carácter envidioso o
triste o deprimido de las personas que amamos y que nos modelan cómo pueden ser
nuestros padres, nuestros abuelos o nuestros hermanos. Las conductas emocionales negativas de tristeza o de odio permanente
acaban constituyendo un troquel en el que se conforma, se modela y se configura
un estado emocional que afecta a la personalidad entera del sujeto,
constituyendo un rasgo definitorio de su carácter. En este sentido la
influencia negativa de los amigos, de los padres, o de las figuras de autoridad
y de prestigio suelen ser muy contraproducentes o muy beneficiosas dependiendo
del estado o tendencia emocional de las personas a las que admiramos, que se
convierten por el afecto, el aprecio o
la alta valoración en figuras modélicas de influencia fuerte consciente e inconsciente.
LA
IMPACIENCIA PRÓXIMA A LA INCERTIDUMBRE.
A
menudo nos preocupamos sin querer por cosas que han ocurrido, que nos han
disgustado, que nos han proporcionado dolor o malestar. Están en nuestra
conciencia de modo permanente. Nos afectan directamente, convirtiéndonos en
personas tristes ansiosos o angustiadas.
De
esta preocupación continúa se deriva un estado de impaciencia, de agitación, de
excitación irritable, o de estrés nervioso emocional. Se trata de una
preocupación permanente que no desemboca nunca en una ocupación operativa y
eficaz. Lleva a la inoperancia, a la inhibición y a la impotencia. No hago nada, me quedo inhibido, para
evitar que me critiquen o para no cometer errores o fracasos.
La despreocupación, fruto de un estado
vital sosegado de esperanza, fe y seguridad en uno mismo. Se trata de la dimensión contraria a la preocupación. Sólo nos preocupamos en el
proceso de clarificar con seguridad las acciones que nos van a llevar al
acierto y al éxito. Después mantenemos un estado de paciente esperanza, de
calma y espera a intranquila. Se trata
del estado derivado de los procesos de relajación, equilibrio y bienestar
profundo no solamente emocional o psicológico sino también corporal.
EL
ABURRIMIENTO COMO ESTADO DE INACTIVIDAD APÁTICA.
La falta de intereses, aficiones y propuestas interesantes que hagan atractiva
la propia vida en su devenir diario nos lleva a un aburrimiento vital,
resultado de la monotonía, la falta de estímulos exteriores e interiores, la inercia en la reiteración de
actividades sin variación y sin ilusión, la desmotivación o falta de intereses
y motivos específicos para actuar, para elegir, para determinarse por uno mismo
a llevar una vida propia. Esta actitud vital desilusionada conlleva un estado
de abatimiento, de inactividad, de pasividad improductiva. Este vacío
existencial acaba en el despropósito de la depresión y la angustia.
La
diversión y atracción como seguro gozo de vivir, sin aparentes razones. Es
preciso encontrar cosas interesantes que satisfagan nuestros deseos y
necesidades. Pueden ser lecturas. Se puede tratar de películas o deportes. Se
puede muy bien ocupar uno en la convivencia y el diálogo con los amigos. Puede
ocuparse uno en aficiones como la
poesía, la fotografía, el baile, la cocina, las excursiones.
En
el fondo se trata de provocar una activación consciente o inconsciente positiva
y satisfactoria desde el interior de uno mismo que parte de la exploración de
las sensaciones sensoriales agradables, de los recuerdos y motivos
satisfactorios que nos han proporcionado alegría y placer, de las actividades
intelectuales que nos permiten comprender las cosas y disfrutar con el
descubrimiento de la verdad, del conocimiento, de la sabiduría.
Puede
tratarse igualmente de la exploración de vivencias emotivas satisfactorias de
amor, de erotismo, del placer estético
de un amanecer, de la
contemplación de un cuadro en un museo. En este caso se trata de una diversión
o divergencia existencial, que afecta la vida no solamente en los momentos de
ocio, caracterizado por la contemplación, la acción y la expresión de obras
artísticas, de escuchas musicales, de asistencia a espectáculos de danza, del
cine, o del deportes.
Se
trata igualmente de buscar en la dinámica del trabajo, en que se consume gran
parte de nuestra vida en estado de vigilia, de encontrar en él mismo atractivos
intereses y diversión energetizadora y consoladora. Si fuera desagradable
debiéramos de poner buena cara, de hacerlo con elegancia, soltura y buen humor
de tal forma que el trabajo ingrato en sí pueda resultar minimizado en su
desagrado por nuestra actitud vital de alegría y dinamismo.
El despliegue variado de sentidos intereses originarios, nacidos
del interior del yo o de lo grato de la tarea en sí, constituye la base
sólida de la motivación intrínseca
personal. Esta reclama
tener alternativas, buscar nuevas oportunidades, lograr espacios nuevos que nos
puedan atraer, gustar o sorprender. Toda iniciativa requiere un plan de acción
operativa y fácil que nos lleve al logro de los resultados que anhelamos, a la
eficiencia en el ejercicio de las acciones o actividades que nos gustan.
LA
ENVIDIA EMPONZOÑADORA Y ESTÉRILIZANTE.
La
envidia consiste en el disgusto e insatisfacción al contemplar el bien ajeno,
ante la belleza sobresaliente de nuestras amistades o vecinos, ante el éxito en
su trabajo profesional, o en el logro de amplios beneficios o riquezas, merced
al desarrollo de destrezas, de competencias y de talentos que les llevan al éxito. En vez de alegrarnos por su
progreso y logros, se produce un gran
desasosiego interior carente de sentido
y utilidad.
La
envidia se caracteriza por un deseo de tener o de ser lo que son otras
personas, que para nosotros resulta imposible, en la medida en que su
trayectoria, su esfuerzo, sus conocimientos y su dedicación les han permitido
alcanzar la victoria, el desarrollo, el dinero o el éxito. Se trata de una
especial de afán o deseo imposible de
lograr, porque no disponemos de los medios o los recursos necesarios para ser
como ellos, porque tenemos otro carácter, otras capacidades y en definitiva
otros afanes e ilusiones.
La admiración autoemuladora es el mejor
sustituto de la envidia. El ver que otras personas tienen
éxito, que disfrutan de la vida, que tienen grandes logros profesionales, que
alcanzan puestos de relieve en la sociedad, debiera de llevarnos a compartir su
alegría y su éxito, y sobre todo debiera de ser un acicate para emularlas y
movilizar positivamente afán de superación, aprendiendo e imitando la dinámica
de comportamientos que les ha llevado al éxito y que nos podría servir también
a nosotros desestimulo y de ejemplo a seguir.
LA
AUTOEFICACIA Y LA AUTOSUFICIENCIA.
El buen ejercicio de todas nuestras
capacidades, el despliegue de todos los medios a nuestra disposición, la
búsqueda de ayuda y apoyo para conseguir aliados que compartan nuestras
iniciativas y proyectos y nuestro camino
hacia el éxito es fundamental para crear un estado de emocional de
productividad efectiva.
Se
trata de tener claro que es lo que yo pretendo en la vida, cuáles son mis
metas, que deseo realmente. Después es preciso desear intensamente aquello que
nos proponemos.
Es necesario igualmente no quedarse en el
deseo sino poner en marcha todas las alternativas necesarios para su logro.
Cuando
en el proceso de ejecución acertamos y conseguimos aquello que hemos deseado y
nos hemos propuesto se tiene una sensación gratificante de poderío, de competencia y de eficacia. Yo
he podido hacerlo, luego podré conseguir lo que me proponga en otros momentos.
Es necesario superar la sensación de fracasos parciales, de errores y a veces
de derrotas que suelen ser los escalones necesarios en el camino del éxito. Los
triunfos grandes están siempre acompañados de pequeñas derrotas, que no nos han
hecho desistir de nuestro afán.
Esta
sensación de potencia, de poderío, de competencia lleva inevitablemente a una
autoestima funcional en el sujeto: yo funciona bien, yo soy competente, yo
puedo hacer con éxito aquello que me propongo.
La
incompetencia inoperante e impotente del
fracasado. Cuando uno ha experimentado numerosos fallos, errores y fracasos,
sin poner en marcha las actividades, los recursos y los medios para superarlos,
acaba cayendo en la sensación de impotencia, de inutilidad e incompetencia. Yo
no soy capaz. Yo no puedo aprender. Yo no puedo superar esta asignatura. Yo no
puedo alcanzar ese puesto o esta meta que me propongo. Si el fracasado antes,
porque voy a triunfar ahora.
El
aprendizaje interiorizado del fracaso como forma de enseñanza indebida es nefasto para crear un
estado de emocional positivo y saludable, que lleve a la acción propositiva y
eficaz, a la autoestima y a la cooperación y solidaridad social
LA
VIOLENCIA, LA OFUSCACIÓN, LA DISPUTA Y LA AGRESIÓN.
Nos
movemos en espacios socios ambientales de difusa o explícita agresión, de
peleas y luchas, de guerra en definitiva. Este estado exterior de agresividad
amplia nos vuelve agitados, guerreros, soldados del odio, de la rabia, el dolor
y la frustración.
LA
PAZ Y LA CALMA SISTEMÁTICAS Y RENOVADORAS.
La
paz relajante es el estado de equilibrio
para sentimos que todas las cosas ocurren con armonía, con ritmo, siguiendo las
leyes de la naturaleza, de la justicia social, de la bondad expansiva de los
seres humanos. No necesitamos preocuparnos ni defendernos de continuo, estar en
guardia atemorizada, pues así evitamos la sensación perpetua de angustia, de caos, conmoción y
estrés interior.
LA
TIMIDEZ Y LA COBARDÍA ENERVADORAS.
Los
miedos, los recelos, los peligros de la inseguridad ciudadana, la ansiedad ante
lo desconocido constituyen un espacio emocional de inhibición, de pasividad, de
inacción, de esperanza en lo malo y doloroso que nos puede ocurrir, como ha sucedido con
anterioridad. Por ello me ordeno no hacer nada. Lo mejor que puede ocurrirnos
es estar pasivos, congelados, inertes, sin movernos, para que nadie ni nada nos
pueda atacar, para evitar los peligros,
las asechanzas y ataques destructivos del exterior agresivo.
El atrevimiento, la valentía, la osadía
y el desafío, estimuladores de la fantasía y el riesgo calculado.
Reclamamos espacios de seguridad y de
confianza en uno mismo. Espacios de libertad y ensayo sin riesgos graves. Sin
esta seguridad psicosocial uno no puede
atreverse a hacer cosas que están por encima de las propias posibilidades o que
representan un riesgo personal o social por no estar entre las normas, la
tradición olas conductas establecidas y refrendadas por el éxito y el
reconocimiento social.
La creatividad humana es un impulso
vivificante, no suicida a explorar lo
desconocido, a probar la fruta del bien y del mal, aun con el peligro o amenaza
latente o explícita de castigo exclusión social por la trasgresión, por ir más
allá de la frontera de lo conocido y reconocido en un marco social dado.
LA
DESCONFIANZA DESALENTADA.
La suspicacia,
la desesperanza, la perspectiva sombría de lo que nos puede ocurrir en el
futuro, la confusión por no aclararnos hacia dónde caminamos, por permanecer
estancados en círculos enlodados de los cuales no podemos salir o no queremos
escapar, constituyen estados desagradables y enfermizos de entender la propia
vida y el propio destino. El no tener claro
qué es lo que deseamos, de dónde venimos y a dónde vamos, que es lo que somos,
lo que tenemos y de lo que carecemos,
nos abre a la desesperanza desconfiada
de uno mismo y de os demás. Pero convertir esto en la auto confianza esperanzada
creadora.
La
esperanza, por el contrario, representa la fe en nosotros mismos, la confianza
nuestros valores y nuestra valía, la seguridad de que podemos y debemos hacer
aquello que realmente deseamos y
anhelamos con pasión. Por el contrario la desesperanza, cuando se
apodera del ser humano convirtiéndose en un estado permanente, acaba
necesariamente en la desesperación y en angustia. ¿Qué podemos hacer? ¿Por qué estamos instaurados en la desesperanza, en
la desconfianza absoluta de que nada se puede hacer o lograr, en el desencanto
social colectivo?
Es el reencantamiento de la magia del ser y del vivir en estado
de trance confiado en el futuro, que está en nuestras manos y que escapa al cruel destino predeterminado e
inevitable de los hados y demonios,
porque lo anticipa nuestra fantasía ilusionante en positivo, en bueno, mejor u
óptimo y nuestra imaginación creadora
preventiva, adivinadora y
aplicada proyecta anticipadamente su
realización planeada y celebra su éxito.
Basado en textos del Dr. David De Prado