martes, 10 de abril de 2012

LAS DIFRENCIAS HACEN DEL AMOR UN APRENDIZAJE…




         En la pareja el amor es un componente imprescindible para que la coexistencia sea agradable y perdurable. Es preciso recordar, que son dos personas distintas,  pero gracias al amor que sienten y la afinidad que conllevan en disímiles aspectos, se sienten lo justamente hechizados como para iniciar una relación. Desconocer las diferencias que los conforman como sujetos o conservar la esperanza de cambiar al otro lograría, más bien, activar un conflicto que acabe por apartarlos si no saben cómo enfrentarlo y solventarlo a tiempo.
         Es primordial aprender a manifestar la molestia cuando se siente alguno ofendido, ignorado o violentado, debido a que de lo inverso, estos sentimientos se cristalizarían en una gran tirria, forjando a que uno tenga una opinión peyorativa del otro, y que éste se convierta en mártir de las circunstancias, sin dar la coyuntura de afrontarla con criterio y valía.
         Las diferencias personales invariablemente van a estar allí, lo significativo es que no sean mayores que las semejanzas y las afinidades que comparten, que no quebranten contra la decencia o salud física y emocional de alguno de los dos,  o que el disgusto que originariamente pueda causar no sea magno ante el amor y aspiración de instituir alianzas para hacer prosperar la ventura y la placidez entre los dos. Innúmeras veces las diferencias se convierten en tácticas que infunden, instruyen y dan seguridad, acompañados y amados la pareja como tal, si ha de reconocer su efectividad, entonces, en  una relación de igual a igual, donde concurre el respeto, la admisión y la correspondencia, las diferencias acrecientan la convivencia.









         Por todo lo antes expresado, sería pertinente que los individuos que conviven en pareja, reflexionen de acuerdo a:
El amor siempre de primero: Antes de dejarnos llevar por las emociones negativas, debemos pensar en lo que sentimos por el otro, esto nos permitirá hablar y proceder convenientemente.

Manifestar la incomodidad claramente: De ningún modo se debe reclamar por medio de otra persona, o con señas que tenga que predecir, ya que en vez de ordenar,  se confundirán.
El momento ha de ser el más apropiado: Es trascendental adoptar el mejor instante para formular lo que se siente y cavila, atendiendo constantemente el discurso que se va a emplear.
Prescindir de los cotejos: Su uso,  sugestionan a los demás, forjan a que la persona se bloquee y que no desee escuchar el mensaje.
Discurso directo: Dar vueltas a lo que se va a decir, en vez de serenar al otro propician la defensiva.
Habla con objetividad y serenidad: Mostrarse atemorizado después de expresar el disgusto le sustraerá potencia al reclamo y provocará dudas en la otra persona..
No poner carga emocional a las palabras: La desconfianza, la ofuscación, la sátira, el sarcasmo o la descortesía únicamente favorecerán a enredar los sucesos. La ecuanimidad, la firmeza, el criterio y la entereza son los instrumentos realmente óptimos.
Gracias por escucharme: Expresar gratitud una vez hecho el reclamo es  lo más apropiado, por eso decir frases como “espero que esto no se vuelva a repetir”, es inconveniente, hacer una observación a la vez, sería  lo correcto, debido a que se podría achicar al otro hasta el punto de que se sienta violentado y no haga nada.
Perspectivas verdaderas: Se le puede pedir a la pareja que no eleve la voz, que no se manifieste con violencia, pero no que esté de acuerdo en todo con nosotros. Se  puede exhortar a que modifique su forma de expresarse, pero no demandar que no lo haga cuando lo juzgue preciso.